HONDURAS constitucionales de un Hoyo Negro institucional

Rissig Licha

HONDURAS constitucionales de un Hoyo Negro institucional

Los nombres de los países en muchas ocasiones, por no decir en casi todas, resultan incompatibles con su geografía, con su fisonomía, hasta con su hábitat y, por lo general, nos brindan una pobre descripción de lo que son, salvo una gran excepción: Honduras. Esta nación centroamericana de poco más de siete millones de habitantes, absorta en honduras constitucionales a partir del burdo e ilegal comportamiento de sus principales actores políticos que han sumido al país en una aguda crisis de gobernabilidad languidece en un laberinto institucional que no parece tocar fondo pues no tiene ni pies, ni cabezas aunque sí cuenta con el incesante coro de voces dísonas avivadas por el comandante Hugo Chávez Frías, quien con su actuación le ha dado un golpe tragicómico a esta obra en tres actos.

Primer Acto. El grotesco cuadro surrealista comenzó con el irrespeto a la institucionalidad constitucional y a la legalidad por parte del presidente Manuel Zelaya, quien quiso imponer su voluntad de llamar a una consulta popular sin el aval del Congreso y de los Tribunales en busca de un cambio a la Magna Carta que le permitiera permanecer en el poder después del 2010, tras el término de su mandato, a través de una gestión para la cual no contaba con el consenso ni siquiera de su propio partido político.

Al verse acorralado y sin el apoyo institucional para el golpe constitucional que pretendía ordenó a las Fuerzas Armadas distribuir las urnas fabricadas en las República Bolivariana de Venezuela en preparación de la consulta señalada para el pasado domingo. El general Romeo Vásquez, jefe del estado mayor de las Fuerzas Armadas se negó a cumplir la orden, acción que le valió su destitución por parte de Zelaya. A renglón seguido renunció el ministro de Defensa y toda la cúpula militar. Posteriormente, las cortes ordenaron la restitución de los militares.

Segundo Acto. Antes de que levantara el sol el pasado domingo en Tegucigalpa tropas del Ejército por instrucciones de la Corte Suprema irrumpieron en la Casa Presidencial y se llevaron en pijamas a Zelaya transportándolo hasta un avión que lo trasladó a San José de Costa Rica desde donde acompañado por el presidente tico Oscar Arias le informó al mundo que era víctima de un golpe militar que pretendía sublevar la constitucionalidad de Honduras e instalar un gobierno ilegítimo en su lugar. Acto seguido, Hugo Chávez Frías se manifestaba desde Caracas en contra del golpe de Tegucigalpa.

A mediados de tarde, Roberto Micheletti, presidente del Senado y del Partido Liberal, el mismo bajo cuya insignia Zelaya fuera electo presidente, fue juramentado por el Congreso en sustitución del depuesto presidente, completando así el golpe constitucional que habían iniciado los comandos militares en horas de la mañana.

Tercer Acto. La reunión del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) pactada para el lunes en Managua, sede del gobierno del Comandante Daniel Ortega, encabezado por el invitado de honor, el comandante Hugo Chávez Frías, se convierte en un mitin de apoyo a Zelaya reclamando todos los participantes, a los que se les van sumando voces de otras latitudes, entre éstas las del presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, la restitución del depuesto mandatario. Posteriormente, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea y la Organización de Naciones Unidas (ONU) también piden lo mismo.

El propio Zelaya, al comparecer ante la ONU, anuncia que regresará a Tegucigalpa a resumir su mandato sin intención de perseguir un segundo término cuando el mismo termine. El regreso del depuesto presidente está previsto con la compañía del secretario general de la OEA, José María Insulza y de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, quien acaba de perder unas elecciones congresionales que arbitrariamente adelantó para tratar de aventajar a sus detractores, y del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien acaba de cargarse la constitución de su país.

El anunciado regreso de Zelaya provoca un rechazo institucional en Tegucigalpa por parte del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial y hasta las Fuerzas Armadas de Honduras quienes plantean que el depuesto presidente será arrestado a su llegada al país y procesado, según el fiscal general, Luis Alberto Rubí por “traición a la patria” y “usurpación de funciones”.

Epílogo. La comunidad internacional que, con sobradas razones ha rechazado el burdo golpe militar del pasado domingo tiene que estar consciente al meterse en honduras de dos hechos fundamentales: 1) Zelaya violó la Constitución y las leyes de su país antes de ser depuesto por sus detractores quienes en su cometido también se cargaron la Magna Carta y 2) Zelaya cuenta con todo el apoyo internacional para su restitución pero, de igual forma, Micheletti cuenta con todo el apoyo de las principales instituciones de la Sociedad Civil hondureña para rechazarle. Es por ello que la salida del entuerto hondureño no es a través de Zelaya, ni por vía de Micheletti pues para restablecer la gobernabilidad tiene que haber el reconocimiento y la aceptación popular del mandatario, algo imposible de obtener a través de la fuerza, sea ésta de origen interno o por intervención externa. La salida tiene que ser negociada entre las partes para garantizar que Tegucigalpa siga siendo la capital y deje de ser conocida como Tegucigolpe y Honduras no sea el Hoyo Negro de las democracias y constituciones latinoamericanas especialmente de aquellas que algunos utilizan para llegar al poder por las urnas y luego quieren alterar para subvertir la institucionalidad y permanecer en el poder a como dé lugar.