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LA REVOLUCIÓN DE LOS MIEDOS

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Mensaje  carlos77 Lun 28 Sep 2009, 06:23

La mal llamada revolución en Ecuador, copia fidedigna de la venezolana y del patrón con la cual es cortada que es el original de Cuba.

Mal los veo….


Publicado en el periódico La Hora de Ecuador




LA REVOLUCIÓN DE LOS MIEDOS

28 de Septiembre de 2009

Por: Diego Alejandro Gallegos Rojas


Esa no es la revolución por la que voté, por la que aposté y sigo apostando, por el cambio diferente, positivo, optimista, transparente. Esa revolución, está inducida por los miedos, por el caos, el conflicto, la confrontación, la incoherencia. Algunos lejos de incomodarnos, lo disfrutaríamos porque nos haría superiores ante los otros, inmunes, intocables, porque tenemos todo el poder concentrado para vanagloriarnos de nuestras frustraciones, de nuestros resentimientos. Es ahí, cuando a propósito arrojamos nuestra inmundicia, para enfrentar a los que no piensan como nosotros: los humillamos, los destruimos, los deshumanizamos, porque no nos caen bien, porque no comparten nuestra práctica, porque son "pelucones", "aniñados", bien nacidos.. Tal vez, esa es su culpa, su pecado, al que nos resistimos perdonarles. Entonces, nuestros serios complejos de supremacía e incluso de inferioridad, nos confirmarían que aún no hemos superado nuestros prejuicios absurdos, inentendibles, nuestra intolerancia, no sólo frente a los otros, sino a nosotros mismos.

Eso es lo más grave. Es ahí donde debemos trabajar con urgencia, por nuestra salud mental que es también el reflejo directo de cómo está nuestra sociedad.

La revolución por la que voté tiene gran parte de esto. Está preñada de miedos reprimidos, más aún si se anuncia la creación de los Comités de Defensa de la Revolución, CDR, por muy justificada que ésta sea, nos induciría a delatar al amigo, al hermano, al vecino, aquello es gravísimo, peligroso hasta terrorífico. Esa es la revolución de los mediocres, de la soberbia absoluta, de personalidades emocionalmente desequilibradas, enfermas, que nos llevarían a la confrontación estéril, sin sentido, en consecuencia, fragmentarían a nuestra sociedad entre buenos y malos, entre "revolucionarios" y contra revolucionarios, convirtiendo a los compañeros en enemigos, todo por defender lo indefendible de una revolución que involuciona, que atemoriza, que agrede al otro, que manipula a la masa, que nos conduciría a un retroceso propio de los totalitarismos que tanto daño han hecho a los pueblos y a la humanidad.

Esta revolución no debe ser pensada desde el adormecimiento, desde el grito destemplado, desde el desencuentro, desde la mirada de un franco tirador que estaría vigilándonos, apuntándonos a cada momento, por si acaso, desde un fanático que nos caería a golpes para imponer una sola verdad, que ni siquiera es la suya, sino la de un régimen que desde el poder trataría de imponernos por decreto la defensa de una revolución que tempranamente se extravía del camino.

Esa revolución pensada así, es debilitarla, someterla a su aniquilamiento, a su extinción, a su muerte prematura. Pero no son los otros, los que la harían, sino ellos mismos, serían sus verdugos. Los que disfrutan de un poder momentáneo, la están asesinando, por sus inconsecuencias, por sus torpezas, por su guerra de palabras, que nos llevarían a odiarnos, en vez de reconciliarnos. Tal vez, porque en otros tiempos, ellos fueron invisibilizados, descalificados.

Y ahora, abusarían del poder para la revancha, el desquite, la venganza, consecuentemente, desvalorizar a los que pensarían desde la razón y no con el hígado. Aquello es inentendible. Y me duele bastante, porque estarían matando a esta revolución incipiente que empezó como una gran corazonada de alivio, de triunfo, de salvación, de esperanza, pero no ha sido así. Es una lástima, una pena honda que esto suceda. Si esa es la revolución, esa no es la mía. No tiene sitio en el corazón, ni en las palabras, ni en la vida misma.

Si hay que defender la revolución, defendámosla de ellos mismos, de su paranoia, de sus fantasmas, de sus propios demonios, de sus propios miedos que nos salpican a todos. Entonces, serían ellos los primeros contra revolucionarios, que la deslegitimarían, y no aquellos que pensarían diferente, pues tienen todo el derecho de hacerlo, pero con altura, sensatez, respeto a través de un diálogo maduro, sincero, crítico, propositivo, sin ningún interés de por medio, que no sea el interés colectivo de la gran Patria Ecuatoriana, Latinoamericana.

La revolución bien concebida, se defiende por sí sola y no necesitaría de Comités de Defensa de la Revolución. Ocurriría tal vez aquello, cuando no estaría convencido de si lo que realizo, lo estoy haciendo bien, exageradamente, necesitarían de estos comités para que los cuiden hasta de su propia sombra. Además, el pueblo ecuatoriano, saldría a defender a su revolución sin necesidad que se le obligue. Lo haría desde sus mismas entrañas, desde su compromiso férreo, indomable, consigo mismo y con el país, siempre que esa revolución esté creada desde el pensamiento autocrítico, la reconciliación, la paz, el perdón y no desde la censura, la amenaza, el temor, el odio impulsivo, incontenible hacia los otros.

Una revolución que le apuesta al cambio bajo un chagrillo de miedos, no podemos denominarla revolución. Por lo tanto, no nos engañemos, no existe tal revolución. Las revoluciones son para salir del abismo y no permanecer en el precipicio más hondo, en el estancamiento. La verdadera revolución se sustenta de hombres y mujeres libres, con dignidad, sin temor a cuestionarnos, a replantearnos, a reinventarnos constantemente. La verdadera revolución se sustenta de líderes serenos, maduros, humildes, sensatos, sabios, equilibrados, creativos, tolerantes. Esas revoluciones permanecen en el tiempo. Las otras, las inmaduras, las arrogantes, las autoritarias, no llegarían a germinar peor a perdurar porque están plagadas de sus propios errores y horrores.

La más grande revolución que debería convocarnos a todos y todas es nuestra revolución interna, personal, espiritual, la de la trascendencia, a partir de confrontarnos no frente a los otros, sino a nosotros mismos, para trabajar nuestras miserias, nuestras taras, para rescatar nuestra autoestima, sólo así construiríamos una sociedad sana, robusta, equilibrada. Es este mi desafío, es esta mi revolución. No la revolución de los miedos.



http://www.lahora.com.ec/frontEnd/main.php?idSeccion=937935
carlos77
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